Intimidad marina
El mar y yo en la intimidad
somos dos amantes eventuales,
que reúnen sus cauces pocas lunas
pero con la mayor de las intensidades.
Dejamos que nos empapen los vapores,
combinamos: Yo, el cuerpo; él, su sal;
mientras el sol lejano nos envuelve a entrambos
con destellos de dorado resplandor.
Hacemos que nuestras raíces jueguen
se incitan un poco para empezar
Mis pies y su espuma, fusión
Se llaman en la distancia, clamor.
De sus seducción me niego a escapar
así que le ruego, le ruego se me aferre,
éste eleva sus crestas, corona de espuma
y me impacta vehemente, bestial.
A sus entrañas me entrego al fin;
Al ulterior, en la marea hago infusión,
y permito que la corriente me abrace
me lleva a bucear, he entrado en trance.
Me cobija de la fría intemperie,
me protege de todo lance, mi mar;
del viento también cubre
al fondo me empieza a arrastrar.
Allí, durante la inmersión no evito elucubrar,
cualquier otro en mi lugar se ahogaría,
pero yo en la superficie sentirme así de viva
¡Jamás!
Súbitamente mi abismo marino detiene el trayecto,
nos alarmamos ambos por la calamidad
sabemos que el tiempo nos ha avisado
de la inevitable separación.
Las burbujas simulan un cardumen
me transportan, se elevan en efervescencia;
en un salto de la fosa abismal a la costa
dejo anhelos, placeres y pasiones a posta.
Emerjo de la línea oceánica a cuentagotas,
¿recuerdas como brota el tallo del sedimento?
Con restos cristalinos de mi mar por el cuerpo,
¿Recuerdas el rocío en las flores tras el aguacero?
Llega entonces la inexorable despedida,
ni para admirarlo quiero voltear,
pues mis ojos cual abundantes cascadas,
con radiantes saltos de agua, se me ponen a llorar.
Por: Abril Martz Parra.
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