- ¿Qué estará haciendo mi novio sentado en aquél maguey? ¿Estará pensando en mí, o se estará haciendo "güey"?
- En la clase de matemáticas no sé cuánto es 9 x 2, pero en la clase de amor sé más que el profesor.
- Hice un examen y me saqué un cero, porque en todas las respuestas escribí "Te quiero".
Acción poética primaria "Amado Nervo".
(Abril y compañía, allá por el 2005).
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Está bien, me propuse muchas cosas desde el momento en que decidí escribir: crear, observar, sentir, aprender, bla, bla, bla; pero también llegó un momento de completa bobería, en el que me dí el lujo de no tomarme las cosas tan en serio, y esto sucedió durante mi pre-pubertad. Esta etapa comprendió desde mis 10 años, hasta los 13, me mudé de vecindario, cambié de escuela, de amigos e incluso en la escritura y literatura experimentaba otros terrenos.
En mí cumpleaños mi madre me había dado uno de los objetos más preciados que hasta ahora poseo, el libro de "El principito" de Antoine de Saint-Exupéry, mismo que se ha vuelto un tesoro así como sostén de vida. A mis actuales 25 años he leído tantas veces éste libro que no sabría decir la cantidad, encontrando siempre algo nuevo; cuando lo lea por última vez, espero tener mis manos envueltas en arrugas y la voz firme para que mis nietos logren escucharme.
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Si no me equivoco cursaba el quinto grado de primaria, en la época estaban de moda RBD, Cowco & Wippo, La virgencita buena onda (entre otras marcas) y el fútbol soccer con una medianamente buena alineación en la selección mexicana, así que además de ser la niña ejemplo de la escuela, me daba el tiempo de jugar en el equipo mixto de soccer de la primaria, sentirme "Mia Colucci" entre mis amigas y escribir mis mejores versos y cartas a mis allegados y compinches.
De las cosas anteriores, escribir versos era lo mejor. Recuerdo bien que ésta actividad se volvió todo un ritual vespertino que ocupaba la duración entera de mi receso y algunos minutos de las clases más tediosas (sin que el profesor cayera en cuenta de ello). Se trataba de un par de amigas más (a veces tres), y yo, reunidas con una libreta cada una ideando textos, donde en ocasiones las palabras rimaran menos entre sí que lo plasmado con nuestros delirios colegiales de amor, amistad, pertenencia y enemistad.
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Dicha costumbre duró hasta finalizar el último grado escolar. ¿Mi inspiración? Todo aquello que no entendía o me causara algún tipo de gracia insensata: Peleas entre compañeras, la adolescencia, mis propios cambios fruto del desarrollo, las notas académicas, la sexualidad y los brotes de enamoramiento, etcétera. ¿Mi motivación? Leonel, ese pibe güerejo y flacucho, quien diría, fue mi primer novio (nada serio evidentemente).
Así que para darle rienda suelta a mi entendimiento del medio y mi imaginación creativa teníamos un manual del cuál ahora no me siento muy orgullosa: Quiúbole con... de Yordi Rosado y Gaby Vargas.
No voy a negar que no fue divertido y hasta retroalimentador pasar todo ese tiempo escribiendo rimas y versos que simulaban de manera casi similar las batallas de rap que a muchos les gustan, la mayoría de las veces los resultados eran principalmente chuscos, y aún así alguno que otro texto resaltaba por bueno, para tratarse de niñas cursis escribiendo; es posible que asegure que todo eso no sirvió más que entrenamiento para poder decir que ahora escribo (de repente) bellas prosas.
A la fecha mantengo las libretas y hojas donde han quedado plasmados todos esos productos del "esfuerzo", como bocetos con potencial de convertirse en una obra de arte y vestigios que cada día me recuerdan que iniciar un camino hacia algo conlleva sus obstáculos, curvas e imperfecciones.
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A continuación dejo algunos de los versos que a mi consideración sobresalen del conjunto de pamplinas creadas:
Quisiera ser una lágrima tuya
para de tus ojos salir,
recorrer tus mejillas
y en tus labios morir.
Cuando el mar no sea salado
y el sol deje de brillar
ese será el día
que yo te deje de amar.
Yo te amé tiernamente
y vivo para ti mi vida entera
¡Ay la muerte yo quisiera!
Porque sin tí nada me queda.
Qué triste es amar
y no ser correspondido
pero más triste es vivir
y no haberte conocido
Con la mano digo adiós,
con el alma, hasta luego;
con las lágrimas, no te vayas
Y con el corazón, te quiero.
Cada que paso por tu casa
me avientas un ladrillo,
voy a seguir pasando
para construirte un castillo.
(Ok, no jaja)
Este es mi proyecto, y no ha sido fácil construirlo y darle forma, es éso lo que me llena de un orgullo desmedido. Y como dijo alguna vez Simone de Beauvoir: " Escribir es un oficio que se aprende escribiendo".
Hasta luego, gracias por leerme y por llegar hasta aquí.
¡Bhadraṃ te, svasti! ॐ
Por: Abril Martz Parra.
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