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Relato no. 2: "Transiciones íntimas".

Foto del escritor: Linda Martz ParraLinda Martz Parra

TRANSICIONES ÍNTIMAS


Revelación


11 pm… en punto.


¡Que él me perdone (¿Dios?), y los “santos” también! Me encuentro en la flor de mi juventud, así que a éstos parvos diecinueve años de vida y siendo una presumida escritora, caigo en cuenta que existe algo de lo que no he escrito: de “eso”. Quiero hablar de sexo, de caricias… de dolor.

Visión Erótica


11 pm… y cuarto.


Sexo; es algo tan común para mí, y al mismo tiempo tan desconocido, ni la lujuria, ni el morbo lo han provocado, pero hoy lo he descubierto al pie de mi televisor, en penumbras y entrada la noche: una imagen que me apetecía: Él postrado encima de ella, enterrando cual penetra la daga, su espada desenvainada a diestra y siniestra; y ella, ovacionando a la vida, mientras consiente una muerte placentera al calor de las velas.

No pornografía, ni fetiche a relucir, erotismo es lo que describe mejor aquella escena, que me llama, conmueve, alimenta y me enloquece. Todo, ¡TODO! Me trae a “su” recuerdo, pues veo ésa cinematografía sensualona que me enciende en lo más mínimo por lo que veo, sino más bien por lo que imagino, y lo imagino a él, tratándome así, tan impetuosa o tan tiernamente.

Decadencia a sentimentalismo


11 pm… a medias.


Quiero hablarle sucio, quiero seducirlo, quiero… ¡Amarlo! El sexo no lo he efectuado, pero si he hecho el amor, de mil maneras y posiciones; en todos los lugares a los que vamos, con los ojos bien abiertos o cerrados, incluso sin siquiera verlo; soñando o ideando, comiendo o jugando, se lo hago hasta sin tocarlo.

El amor se lo hago siempre, hasta sexualmente. El simple hecho de escribirle, hablarle o besarle es hacerle el amor, eso pocos lo entienden, pero luego, cuando se da la ocasión también me tomo el tiempo de restarle prendas y fundirnos entrambos. Tomo con paciencia ése pedacito de carne tan vedado y avergonzador para otros y lo encamino lentamente dentro de mis entrañas, ambos desnudos del cuerpo y sin vestiduras en las almas; sudando apresurados, con la sincera intención de conectarnos. Ser un mismo y no saber dónde empieza uno y acaba el otro.

Reflexión “Sexistencial”


12 am… o ya casi, casi.


¿Por qué le temen tanto? ¿Por qué lo niegan? (¿Al sexo o al amor?), Yo jamás dejaré a mi mente ser una arrabalera doble moralista. John Lennon dijo: “Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor, mientras la violencia se practica a plena luz del día”, él fue una clase de genio.

Soy inexperta e inmadura, pero no inocente; mi mente crea perversiones tan oscuras, así como también las más puras emociones. Quiero verlo, amarlo y luego hacerle el amor, para después trastocarlo. Eso me impulsa estas ganas de escribir de “sexo, caricias y dolor”.

Sexo, caricias y dolor


12 am… en clímax.


De sexo porque ahora mismo lo deseo, quiero que me tome y me balancee contra sí mismo toda la noche, que me haga gritar y me atarace los senos; que me hale el cabello y se hunda, muy profundo a la vez que rápido, en mis aguas saladas de baja superficie, oculta dimensión, que se ahogue y resucite, o que muera y se quede en mi paraíso.

De caricias, porque son lo que extraño, las requiero, de nadie más que de sus manos y si acaso de su lengua. Que me toque, sintiendo los músculos de mis piernas, las llanuras de mi estómago, el calor de mis mejillas y si quiere hasta el vello de mi sexo; que palpe determinantemente mi piel receptiva, frote sus yemas formando nuevas figuras sobre mi cuerpo y luego de observarme con el tacto, ponga su aliento en movimiento, en su turno, respirandome al pecho, a la yugular, a mi espalda y a la cintura. Cuando termine de lisonjear, me acaricie pero el espíritu, estrujandolo fuerte entre tus dedos, no obstante, amablemente.

De dolor, porque fue mi primer contacto consigo, yo fui suya y de nadie más. Él, el primero y único; por quien sacrifiqué sesenta segundos de dolor punzante, de sentir que me perforaban hasta las entrañas. Fui siempre cobarde al dolor físico, y ante su amor sofoqué mi clamor, dolor que irónicamente me hizo fuerte y me revivió.

(¿De amor?)


¿Doce o toda la noche?


Olvidé por un momento (o no quería mencionar): Amor, de eso más que todo quiero hablar, el amor fue quien me invitó a entregarme y no dudar de él. El amor es lo que ahora anhelo, sublime e incomprendido; me enciende y con su resplandor es capaz de cegarme o esclavizarme, me hace su sierva, su amante. El amor me atrae y me seduce más que el sexo, me excita e inmortaliza, me ata al mundo y hace advertirme viva, me corrige, hace sufrir, es cruel, ruin y entre tanto, inefable.

El amor es mi mejor estímulo entre las piernas, el mejor consolador eres tú.

Madrugada… y todo sereno.


Por: Abril de Otoño.



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