¡Koi no yokan!
Hoy, nuevamente, no puedo dormir, ¡qué sorpresa!.
Para evitar echarte a ti la culpa, llevo ya días consumiendo cafeína, de esta forma me convenzo de no estar cayendo en juegos que me había vedado.
Me engañaría a mí misma si afirmo que ésta alud de emociones me visitan sólo durante el conticinio, irremediablemente han invadido también mis días.
Una combinación imperfecta de miedo y anhelo; con pizcas claro, de júbilo, duda, melancolía y paz. Todo, si me lo preguntas, hierve deliciosamente en mi pecho.
Acostumbrada estoy ya a éste tipo de sensaciones, con la edad de mi cuerpo no puede haber márgenes de error; sin embargo, lo que estoy sintiendo, desafía la edad de mi mente y mi corazón, pues no puedo evitar lo que tu causas en mis entrañas.
Es efervescente, incontrolable y bello. Ésta intensidad siempre la he llevado, me disculpo por ello. Simplemente que el ente que me conforma no conoce el correcto funcionamiento del espacio y el tiempo, no se alinea, y evita protocolos.
Lo sé, que no tengo asegurado nada, tu atención, tu interés, tu amor... ... Es eso lo que me ata aún más a ésta maravillosa desventura que significarías tú.
Y el contexto tampoco ayuda, mi exterior te anuncia y ahora casi todo, en demasía me recuerda a ti. Mi cabeza ejerce ante esto, una lucha consigo, en parte no quiere entregarse, en cambio de otra forma desea admitir la derrota.
No puedo razonar siquiera en la inmensa posibilidad de resultados, muy probablemente esta marea de pensamientos ha subido más de lo que tú llegarías a permitirme, pero te responsabilizo por ser la luna que atrae éstas aguas oceánicas.
Te responsabilizo también de ser ése tipo de cafeína que no estoy consumiendo, seguramente sería más adictiva, y si mi queja ahora es que no duermo, contigo de soñaría únicamente despierta, y de las nubes no bajaría.
Por: Abril Martz Parra.
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