Prosa sin dueño
Nosotros, los locos, gustamos del arte. Nos expresamos, siempre, cada dicha y por encima, toda desventura.
Algunos mediante la música, otros sobre el lienzo; y los más tímidos, lo hacemos con una pluma sobre cualquier cosa.
Para ellos, las musas. Para ellas, el numen.
Yo te he escrito, mucho, en mi mente; empero, ya no es suficiente, he conocido el papel.
No tienes rostro, careces de voz, te faltan virtudes y sobre todo, cuando te tenga al frente al fin, sabré que te sobran los defectos.
Para todos, esperanza. Para mí, también.
Te deseo, no sé cuándo ni cómo... ¿Llegarás? ¿Eres tú?
Pero ya te guardo, mis júbilos ya son tuyos, mis desgracias incluso, si las quieres, si no huyes.
¿Pero qué estoy diciendo? Si me adorarás de igual forma.
Te reservo, desde ahora, todo el amor que tengo, los aprendizajes que he acumulado, mis errores, aunque manchen un tanto mi ser.
Te espero, al instante, con un corazón quebrantado, pero que aún siente a flor de piel. ¿Qué no lo escuchas? Te estoy llamando. ¿No lo sientes? Desde ya te estoy amando.
Para algunos, incertidumbre. Para mí, tribulación.
Así que no tardes, ni dudes, que yo aguardo aquí.
Te estoy, para que te expreses, me escribas, me desees, me reserves, me esperes y me ames.
Para los demás, nadie. Para mí, TODO.
Por: Abril Martz Parra.
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